Antoni Tàpies, 80 años de abstracción e iconismos

Antoni Tàpies, 80 años de abstracción e iconismos

Antoni Tàpies cumple 80 años coincidiendo con su exposición en la Galería Soledad Lorenzo de Madrid, del 20 de noviembre al 24 de diciembre de 2003. Ochenta años intensos, símbolo de vitalidad intelectual, artística, política, social y cultural, escogiendo una fecha nada casual: el 20 de noviembre, día y mes en que murió Franco 29 años antes: en 1975. Ochenta años que suponen toda una vida, el resumen de una actitud que aún tiene muchos años que seguir manteniéndola. De ahí que en su última obra el cuerpo humano esté tan presente, como necesidad de reafirmación biológica, de enaltecimiento de la vida, pero para seguir meditando, en armonía con el cosmos, con la naturaleza del universo que nos rodea y de la que formamos parte de ella. Interior y exterior, ying y yang, polo negativo y polo positivo, siempre en la encrucijada del cambio constante, de la liberación de la energía.

Su basta cultura le viene de nacimiento. En su infancia Tàpies vivió en un ambiente social y cultural desarrollado, inmerso en la política catalana, impregnándose de republicanismo catalanista. Su contacto con el arte contemporáneo fue inmediato, a través de diversas publicaciones catalanas como la revista ‘D’ací i d’allà’, quien aglutinaba a personajes influyentes como Josep Lluís Sert y Joan Prats. Era la época de Picasso, Braque, Gris, Léger, Mondrian, Duchamp, Arp, Miró, Kandinsky y Brancusi, entre otros. Se impregnó del caldo de cultivo de las vanguardias históricas, del surgimiento de la abstracción y de la pujanza del cubismo y la geometría.

El creador catalán siempre ha sido un artista comprometido, dado que no desligó jamás el arte de la vida y la política, porque para él todo está en armonía, incluso en aquellos amargos instantes de la Guerra Civil que algunos se empeñan en hacerla enmudecer, como si temieran que los fantasmas de la injusticia desatada se revelaran contra ellos, en lugar de afrontar las consecuencias y pedir perdón por los males cometidos. La pérdida de la II República y la instauración de la dictadura convertirán a Tàpies en un republicano convencido, pero, también, en un gran amante de la cultura universal. En plena Segunda Guerra Mundial convalece en el sanatorio de Puig d’Olena de una larga enfermedad pulmonar, otra de las claves que influirán en su obra.

Abstracción y materia, con perspectiva de la densidad

En la actualidad trabaja la materia a partir de la perspectiva de la densidad, buscando una cierta planitud desde el grosor, para fortalecer su sensualidad y contundencia, sin dejar de ser coherente con su esencia. En 1945 tiene sus primeras experiencias con materiales de gran densidad, que obtiene mezclando pintura al óleo con blanco de España. El pensamiento oriental y la filosofía de Heidegger y Sartre son fundamentales en su pensamiento. En 1946 predomina su producción de obras abstractas y expresionistas. Su primera individual en Barcelona se inaugura en Galeries Laietanes organizada por Josep Gudiol en 1950. Un año después visita a Picasso. Viaja, se interesa por el pensamiento marxista, comienzan sus primeras exposiciones importantes de resonancia mundial tras su participación en la XXVI Bienal de Venecia. Expone en América y Europa, inaugurando una muestra retrospectiva en el Institutte of Contemporary Arts de Londres.Y dentro de la materia, la escritura, surcando su superficie, buscando el relieve, convirtiéndose en signo conceptual, en grafía informal, en la caligrafía expresionista de los momentos álgidos.

Escribe Pere Gimferrer en torno al País d’Antoni Tàpies: ‘Un país en el que el polvo de mármol, la roca, el cartón y la chatarra han recibido el legado de las estaciones’. Desde hace muchos años, además, la obra del creador universal ha recibido el legado del Montseny y del Montnegre, una zona boscosa emblemática situada al norte de Barcelona, a 70 kilómetros, que conserva una estructura vegetal nórdica, formidable e impenetrable. La producción de Tàpies presentada en la Soledad Lorenzo se inspira en la esencia nórdica del frondoso bosque de la zona, bebe de su alma, como si fuera el espíritu del Zen, dado que el artista reside en ella. Pero, también, está atento a los cambios climáticos y su transformación paulatina. Está claro que el empleo de la materia en su obra, no es ajeno a la idiosincrasia de la realidad. La materia es el ‘hábeas corpus’, la base de la existencia desde la que se desarrolla la biológica, de ahí la importancia de la misma. También representa, en el referente subliminal del artista, Catalunya o la tierra de cualquier ser humano, que hay que proteger y defender.

En 1966 participa en una reunión clandestina en el Convento de los Capuchinos de Sarriá de Barcelona, en la que intelectuales y estudiantes quieren crear el primer sindicato universitario democrático tras la Guerra Civil. Tras días de encierro, es arrestado, encerrado y multado. Inicia la redacción de sus memorias. En 1967 primera exposición en Galería Maehgt de París. Escribe textos para periódicos y revistas españoles y del extranjero sobre arte y cultura. Se adhiere a los que protestan por el proceso de Burgos, la dictadura del general Franco se resquebraja. Su ritmo expositivo a nivel mundial es cada vez más alto. Nueva York es otra de las ciudades donde su obra se expone con cierta frecuencia.

La abstracción de Tàpies es precisa, contundente, matérica, busca su origen en sí misma, porque es el resultado de la catarsis personal. Emplea materiales relacionados con la esencia del polvo en el que todos nos convertiremos, de la tierra, mezclas que buscan el relieve, sobresalir en la superficie compositiva.

Hay gesto, presencia de iconos, letras, conceptos, palabras que definen situaciones. También se percibe la tensión o la contundencia de una pintura claramente social, que grita, denuncia, proclama y señala. Su abstracción es social pero también espiritual, de ahí que exista un diálogo permanente entre ambas en la obra de Tàpies culminando en su serie negra, magnífica, quien encierra toda su belleza y su actitud ante el mundo: contra la pena de muerte, apoyo al multiculturalismo, a todas las religiones y creencias espirituales, a una actitud de izquierdas comprometida, a la verdad y la objetividad, por la igualdad de sexos, por el catalán y el catalanismo dentro del marco mundial. Tàpies con su acción local, como catalán que es, consigue hilvanar con los años un lenguaje universal entendible por todos.

En el año 1981, en Saint-Paul-de-Vence, crea sus primeras esculturas de cerámica de gran formato, asistido por el ceramista germano Hans Spinner. Fiel a su faceta de intelectual publica en 1985 ‘Per un art modern i progressista’-‘Por un arte moderno y progresista’, recopilación de escritos publicados anteriormente. Expone en Europa y América en los principales museos y galerías. En Nueva York, en 1986, asiste a la inauguración de su nueva exposición en la Galerie Maeght Lelong. Este mismo año colabora activamente con la Coordinadora para la Salvación del Montseny. Participa en la colectiva inaugural del Reina Sofía. Interviene, un año después, en la campaña de la Federació Sindical d’Artistes Plàstics de Catalunya para la defensa de la propiedad intelectual. Japón y Asia se convierten en otro punto expositivo habitual.

Una fecha intelectualmente importante en su legado es 1988, cuando es investido doctor honoris causa por la Universitat de Barcelona. Su discurso es un verdadero testamento progresista y social sobre el papel que juega el arte en la vida. Habla de la función social del arte en tanto que herramienta de conocimiento y medio esencial para la transformación de la conciencia. Tàpies, incorpora siempre en su universo teórico las experiencias y enseñanzas espirituales y contemplativas. No sólo es partidario de una política social y cultural activa, sino también de armonizarlas con la parte intangible de la existencia. En 1990 la Fundació Antoni Tàpies inicia su andadura, siendo coronada con la escultura monumental ‘Núvol i cadira’ y se inaugura en el Reina Sofía su retrospectiva.

Meditación, la presencia de la cruz y el cosmos como universo interior

La creación de Tàpies es producto, asimismo, de la meditación, del vaciarse, entrar en armonía con el cosmos, buscando, después, la sublimación del yo. Es la teoría de contrarios, después del abandonarse a la conciencia colectiva surge la reafirmación individual: de ahí la presencia de sus iconos de forma constante y que hemos de definir como el lenguaje universal del artista catalán, mediante el cual una obra cobra su sentido y se puede leer sin necesidad de comprenderla. Y, dentro de este contexto la cruz, que en su exposición madrileña de la Soledad Lorenzo es otro de sus pilares de su última producción, siempre fiel a su legado de todas las épocas. Es una clave de acceso fundamental a su mundo matérico, pero fluido, donde la palabra escrita también ocupa su papel. Amante de la cultura y la espiritualidad orientales visita Asia con frecuencia. En 1996 se organiza una muestra itinerante de su obra por diversos museos japoneses: Marugame Genichiro Inokuma, Kagawa; Nigata City Art Museum, Nigata; Gunma Museum of Modern Art, Gunma y Kirin Art Spoace Harajuku, Tokio.

El cuerpo como espacio imaginado

La Fundació Antoni Tàpies acoge en 1998 la exposición ‘Tàpies. El tatuatge i el cos’, una panorámica que nos aproxima a su plasmación del cuerpo humano, como acto de vida, como reafirmación de existencia, desde que tuvo que soportar largo tiempo de convalecencia en el hospital debido a su afección pulmonar. En esta muestra se recopila su producción de esta temática realizada sobre papel y cartón a lo largo de cincuenta años. Dicha exposición en 1999 obtiene el premio Ciutat de Barcelona. En 2000 asiste a su nueva retrospectiva en el Reina Sofía de Madrid comisariada, en esta ocasión, por Manuel J. Borja-Villel. Sus últimas exposiciones, además de la de Soledad Lorenzo y Antonio Manchón de Madrid, son las de la Casa Encendida de la capital de España; la exposición ‘Antoni Tàpies. Cos i llenguatge’, organizada por la Fundació Antoni Tàpies y la Diputació de Barcelona y ‘L’univers obert d’Antoni Tàpies’, realizada en el marco del nuevo Centre d’Art la Panera de la capital del Segre. Asimismo expone invididualmente en Barcelona (Galería Toni Tàpies) y Nueva York (Pace Wildenstein). En la exposición presentada en la Galería Soledad Lorenzo el cuerpo humano centraliza su obra, plasmado de tal forma que se sitúa dentro del contexto de la abstracción, siendo figurativo su desarrollo, pero emplazado con la iconicidad propia del artista del Montseny. En esta línea se encuentra la obra sobre madera titulada ‘Composició amb cos’, elaborada en 2003, técnica mixta y ensamblaje sobre madera, de unas medidas de 210x448 cm. Otra pintura espectacular es la titulada ‘1/2’, pintura y barniz sobre madera, que presenta un mensaje muy positivo, de reafirmación de fuerza, entereza física, de querer auto-emularse, plasmarse con determinación. En ella advertimos claramente la fisonomía del cuerpo masculino, sus rasgos, pero mantenido en un segundo plano, para que destaquen los signos, cruces y aspas, números árabes y presencia de letras, a modo de código de barras virtual. Es el sello de Tàpies que no renuncia a la complejidad en una obra cada vez más sintética y directa. En ‘Mirada i mà’ muestra la materia como base y los ojos, manos y signo como iconos. Una creación, con sello de huella digital impreso en la cabeza de los personajes es ‘Nú enquadrat’, inquietante, pero, a la vez, conceptualmente muy bien lograda.

La obra expuesta en la Soledad Lorenzo constituye un auténtico repaso a su iconografía habitual, en la que la cruz, la presencia de la X, las reminiscencias del arte póvera, las alusiones ‘invisibles’ al Montseny marcan una cadencia. No se trata de un Tàpies reivindicativo a nivel político, pero sí un artista universal que no renuncia a las cosas cotidianas de la vida, a sus paisajes y gentes, a su propio cuerpo, a su mujer y familia, a su país y a su propia esencia. Todo ello conforma un Tàpies ecologista, que nos avisa que el deterioro del medio externo es imparable, aunque no nos lo diga directamente. Pero su aviso está contenido en la obra, de forma que cada uno veamos la solución al problema.

Una de las contribuciones más importantes llevadas a cabo por Antoni Tàpies dentro del contexto del arte internacional contemporáneo es, precisamente, su obra abstracta, iconográfica, que es un compendio de materia, meditación, progresismo, espiritualidad y visión del más allá.

Creador de un código plástico nuevo

Tàpies es uno de los grandes artistas de todos los tiempos, no sólo por haber realizado obras maestras, sino también por haber creado un código plástico nuevo que se le identifica claramente. Y, además, porque, siendo un creador marcadamente intelectual, ha realizado un notable esfuerzo para incorporar su parte visceral a la creación. De esta forma el artista catalán entra en la historia, como un creador innovador, precursor de la abstracción, con obra de arte povera de indiscutible calidad, admirador del arte conceptual, gran diletante de lo no icónico a partir de la asunción de la iconicidad en su discurso abstracto.

Es un hombre espiritual en el sentido estricto del término, en el aspecto de que se sumerge en la austeridad, buscando el nirvana en las privaciones, en la serenidad de su mirada, en la meticulosidad de su trabajo, que colma de poesía. Incide en el código icónico en el que la cruz, el cuerpo, las palabras escritas, los signos más y menos, los números árabes y la fogosidad de los ojos y partes del cuerpo se transmutan en contenidos de un libro que escribe de forma continua, en cada momento, buscando estructurar una concreción visual que sea entendida por todos, incluidos los profanos.

De la misma forma actúa cuando representa su idea de Catalunya en su obra de carácter más social y reivindicativo.

La síntesis de los elementos formales, la presunción naturalista que se desprende de sus iconismos establece una revolucionaria forma de entender la pintura, que supera las recurrencias primitivistas, los viajes que realizan los integrantes de las vanguardias históricas a las culturas primitivas de otros continentes.

Tàpies viaja a su interior y asume como local el contenido universal del espacio en un tiempo límite y adoptando una actitud realmente volcánica.

Tàpies, filósofo, pensador, artista y monje espiritual, concentra su mirada en las cumbres nevadas del Montseny nórdico emplazado en la Catalunya mediterránea para hallar la esencia de la materia y la energía que nos guía.

Joan Lluís Montané
Asociación Internacional de Críticos de Arte