Ingres, Jean-Auguste-Dominique

Jean Auguste Dominique Ingres
( Montuaban, 1780 – París, 1867)

Último representante de los grandes pintores del neoclasicismo francés, a quien se le identifica por la fría serenidad de sus líneas y tonos, y su entusiasmo por el detalle

Biografía

Ingres era hijo del pintor Joseph Ingres, miembro de la Academia de Bellas Artes de Toulouse.

Se formó con el pintor Pierre Vigan, de quien aprendería el valor del dibujo, una noción que ya nunca abandonaría en su carrera. Tras él pasó a las manos de Joseph Roques, pintor bastante exitoso. Fue Roques el que inculcó a Ingres la devoción por Rafael; por último, el remate de su formación en Toulouse corrió a cargo de Jean Briant, que ejerció menor influencia sobre el aprendiz.

Tras esta etapa, en la que aprovechó todo lo que pudo la vida de provincias, Ingres se trasladó a París, la capital del arte neoclásico, ingresando en el taller de David hacia el año 1797. Se mantuvo allí hasta 1801, tras un desagradable incidente con su maestro. Ingres aprendió de él la forma de componer un lienzo y la grandiosidad de la pintura de historia, el género que Ingres deseaba practicar. También tomó de David la manera de organizar un taller de pintura y trasladó el método a su propio taller cuando llegó el momento de abrirlo, primero en Florencia y luego en París.

El incidente que marcó la separación de Ingres respecto de su maestro David tuvo lugar en 1800, cuando Ingres se presentó por primera vez al Salón Oficial con cinco pinturas. Una de sus obras quedó en segundo lugar por el voto en contra de su maestro, algo que Ingres jamás perdonó a David. Al año siguiente, Ingres se presentó de nuevo y consiguió el primer premio, que le proporcionaba además una beca para estudiar en la Escuela de Francia en Roma, situada nada menos que en la bellísima Villa Médici. Las circunstancias económicas del consulado napoleónico hicieron que se retuvieran las becas de ese año por lo que Ingres no pudo hacerla efectiva hasta 1806.

De camino a Roma se detuvo en Florencia para visitar a su amigo, el escultor Lorenzo Bartolini, de quien hizo un bonito retrato de juventud. Visitó las iglesias de la zona, decoradas al fresco durante el Quattrocento, y se afianzó su admiración hacia la pintura de los primitivos italianos: Botticelli, Mantegna, Masaccio o Piero.

Durante su estancia en Roma participó en conciertos, estudió ruinas y hallazgos arqueológicos y se buscó una clientela particular que le encargó numerosos retratos. La caída de los Bonaparte en Italia determinó la huida de los aristócratas que le proporcionaban trabajo. En 1812 recibió el encargo de decorar el Palacio de Monte Cavallo, pero finalmente tuvo que marchar de Roma y se instaló en Florencia, donde abriría su propio taller, ya en 1819.

Mientras tanto, Ingres había seguido enviando obras a los Salones Oficiales de París: la crítica no las había acogido muy bien, pese al academicismo formal de sus obras. La razón solía estar en ciertas violaciones de la composición, la anatomía, etc. Tan sólo Baudelaire apreciaba el valor de Ingres, que en sus lienzos introducía ya temas y enfoques que anticipaban el sentimiento romántico, pero no desde posiciones de la pasión o el sentimiento, sino desde una evolución lógica del propio Neoclasicismo. Su apariencia formal y su trasfondo romántico hicieron a Ingres navegar siempre entre dos corrientes, rechazado y adorado a un tiempo por ambos bandos.

Por fin, en el Salón de 1824 Ingres triunfó con El Voto de Luis XIII, exaltación de la monarquía y los valores tradicionales. Se expuso frente a La Matanza de Quíos, de Delacroix. Ambos representaban dos posturas enfrentadas, la reaccionaria y la revolucionaria, la académica y la pasional, el dibujo frente al color empastado. La oposición entre ambos pintores se haría ya simbólica de una época. Ingres siempre había ansiado el éxito en París, por lo que el triunfo del año 24 le animó a cerrar inmediatamente su taller florentino y a trasladarse a la capital francesa.

En 1826 se le encargó nada menos que la decoración de algunos techos del Palacio del Louvre, ya convertido en museo nacional. Este hecho marca una serie de hitos triunfales en su carrera: fue nombrado vicepresidente de la Escuela de Bellas Artes de París para inmediatamente después hacerle Presidente, en el año 1833. En 1834 se le encomendó la dirección de la Escuela de Francia en Roma, donde él mismo había sido becado. Allí ejerció hasta el año 1841, cuando vuelve a París atraído por el clamor social que reclamaba la presencia del pintor, que había acumulado éxitos y famas como intérprete del régimen de poder oficial. Su ligazón con la Corona y los estratos oficiales se afianzó con un encargo de 1842: el heredero de Luis Felipe había muerto y se le pidió que trazara los diseños para las vidrieras de la capilla funeraria del príncipe.

En 1855 tuvo lugar la Exposición Universal de París y en ella se organizó la primera exposición retrospectiva del pintor, a la cual pudo acudir, ya muy anciano.

La obra de Ingres a lo largo de toda su vida se divide en cinco grandes temas. El más abundante fue el retrato, en el que alcanzó enorme habilidad. Todos los grandes personajes del siglo XIX francés fueron retratados por él, así como las personas más íntimas del pintor. Su método de trabajo resulta sorprendente pero al mismo tiempo de gran efectividad. Su pasión por el dibujo le hacía tomar innumerables bocetos del modelo y siempre lo hacía sobre desnudos; después pasaba a vestirlos minuciosamente con estudios de plegados en los vestidos, que algunos críticos enjuiciaron como goticistas y, por lo tanto, arcaicos.

Este modo de trabajar le aseguraba al pintor una correcta concepción anatómica de la figura. Su rigor dibujístico contrasta en este terreno de

El segundo tema de sus obras, el desnudo esrecordado por su sensualidad y exotismo. Dada la mentalidad puritana de su época, el pintor los ambientaba en baños turcos, escenas míticas, etc., de modo que la aparición del cuerpo femenino desnudo estuviera justificado por el contexto. Pero esto no pasaba de ser una mera excusa para que el artista realizara una y otra vez el mismo tema, que le obsesionaba, emblematizado por la Bañista de Valpinçon. Esta figura femenina de espaldas aparece repetida en numerosos lienzos del artista: en ella no existe corrección anatómica sino pura deformación por un fin estético. El artista ablanda los huesos para que los miembros de las figuras obtengan un aspecto sinuoso. Este modo de reconstruir la figura conceptualmente para obtener un objeto bello y decorativo tendrá sus consecuencias en la pintura contemporánea. Picasso declaraba haber aprendido de Ingres el modo de descomponer y recomponer a su gusto el cuerpo humano. Este tratamiento heterodoxo del cuerpo fue algo que jamás comprendió la crítica del siglo XIX, que tachó a Ingres de pintor excéntrico.

El tercer tema, donde se muestra mucho más convencional y "aceptable" son sus pinturas de tema religioso. La pintura religiosa alcanzó una honda revalorización en el siglo XIX, cuando la Restauración de la monarquía y el puritanismo moral trajeron de nuevo devociones olvidadas. Ingres adaptó a sus cuadros religiosos los modelos aprendidos de Rafael, e incluso trasladó casi literalmente determinadas madonnas del italiano a sus propias vírgenes. Fue un soplo de calidad insuflado a un género que había caído en el aspecto de estampa popular blanda y sin valor artístico. Como punto de curiosidad mencionaremos que, al igual que en el resto de su obra, Ingres también trazaba los bocetos de sus cuadros religiosos con las figuras de santos y vírgenes completamente desnudos, vistiéndolas después.

Los dos últimos temas que trató Ingres fueron la pintura de historia y la de mitología. Por sus rasgos formales, ambos temas están muy relacionados; se trata de cuadros de enorme formato, con muchas figuras y moraleja incluida, al gusto del Neoclasicismo. Ingres deseaba ser recordado como un pintor de historia, pues consideraba a éste como el género más digno de la pintura. Curiosamente, sus peores composiciones son sus cuadros de historia. En ellos trata el llamado "género trovador": recupera el gusto por la Edad Media, por el aspecto primitivo de la pintura, así como se ocupa del origen de la monarquía y de las instituciones tradicionales. Sus obras son serviles y centradas en lo meramente anecdótico, sin la grandeza que mostraron los grandes neoclásicos como su propio maestro, David. Aparte del relato de hechos históricos hizo referencias a la literatura medieval y renacentista, como en los lienzos que dedicó a la desgraciada historia de Paolo y Francesca, o los que tienen como motivo los amores de Rafael y la Fornarina. Los lienzos dedicados a mitología tienen las mismas características formales de sus pinturas de historia. Son composiciones pretenciosas, pero en las que la belleza del tema hace perdonar los desmanes sentimentales de la interpretación. Entre los lienzos dedicados a la mitología se incluyen también cuadros dedicados a estrenos teatrales del momento que le impactaron, como la ópera Antíoco y Estratónice.

El rigor histórico era también una característica de Ingres. Los objetos de la época y los adornos eran copiados de apuntes que Ingres tomaba de sus visitas a yacimientos arqueológicos, así como de su importante colección de vasos etruscos y griegos.

La trascendencia de Ingres en el siglo XIX se puede establecer en dos vías: formal y de contenido. En el aspecto formal, los pintores a los que influyó fueron en primer lugar sus discípulos: Flandrin y Lehman entre otros. Federico de Madrazo y Rosales, españoles ambos, también adaptaron su modo de pintar en el eclecticismo español. Por último, en la generación siguiente, Puvis de Chavannes y Gustave Moreau asumieron de Ingres su estilo lineal y depurado. La transmisión del contenido se llevó a cabo en la pintura romántica de género trovadoresco, en especial con influencias sobre los pintores nazarenos, los prerrafaelitas y los simbolistas, entre los que se cuenta el mencionado Moreau.

Aparte de ellos, el impresionista Degas también admiraba la solidez dibujística de Ingres y se animó a visitarle y pedirle consejo. Mas allá del siglo XIX, en la década de 1920 se produjo en el arte de vanguardias una llamada "vuelta al orden", a la línea, al clasicismo de la figura y el tema, en la cual la pintura de Ingres tomó un gran peso específico, hasta el punto de servir de referencia al Picasso clasicista de estos años, Gino Severini o Salvador Dalí

LIBROS SOBRE JEAN AUGUSTE DOMINIQUE INGRES

Museos y Colecciones:

J. Paul Getty Museum Los Angeles, EE.UU.
Museo del Louvre París, Francia.
Metropolitan Museum of Art Nueva York, EE.UU.
National Gallery Londres, Reino Unido.
National Gallery of Art Washington D.C, EE.UU.
Museo Hermitage San Petersburgo, Rusia.
Cleveland Museum of Art Ohio, EE.UU.
Detroit Institute of Arts Michigan, EE.UU.
E.G. Bührle Collection Zurich, Suiza.
Fine Arts Museums of San Francisco San Francisco, EE.UU.
Harvard University Art Museums Massachusetts, EE.UU.
Kunstmuseum BaselBasel, Suiza.
Musée d'Orsay Paris, Francia.
Musée des Augustins Toulouse, Francia.
Musée des Beaux-Arts de Caen Caen, Francia.
Musées de la ville de Rouen Rouen, Francia.
Norton Simon Museum California, EE.UU.
Oskar Reinhart Collection Suecia.
Philadelphia Museum of Art Los Philadelphia, EE.UU.
San Diego Museum of Art San Diego, EE.UU.
Staatsgalerie Stuttgart Stutgart, Alemania.
The Frick Collection Nueva York, EE.UU.
The Wallace Collection Londres, Reino Unido.
The Walters Art Gallery Maryland, EE.UU.
Worcester Art Museum Massachussets, EE.UU.

Principales Obras de Arte:

- "Louis-François Bertin"
- "El Baño Turco"
- "Joseph-Antoine Moltedo"
- "Cabeza de San Juan Evangelista"
- "Odalisca"
- "La Princesa de Broglie"
- "Las Hermanas Kaunitz"
- "Esperanza y Caridad"
- " Antiochus y Stratonice"
- "Odalisca con una Esclava"
- "Frederic Desmarais"
- "Tete de Jeune Fille"
- "Madame Aymon (La Belle Zélie)"

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